Liderazgo: Aprendiendo de Moisés
Una de las crisis más grande que enfrenta nuestra sociedad es la falta
de liderazgo. Esto es, de líderes piadosos con un fuerte apego escritural,
integridad, visión y pasión.
Por largo tiempo ha existido la discusión sobre sobre si el líder nace o
se hace. Mas basada en el ejemplo bíblico de Moisés, entre otros que pudiéramos
mencionar, podemos concluir sin lugar a dudas que Dios levanta a hombres y
mujeres a quien él equipa para la obra que ha dispuesto delante de ellos. Los
mismos son moldeados a través de luchas y pruebas, victorias y triunfos.
El proceso envuelto en la hechura de un líder lo encontramos
ejemplificado en la vida de Moisés, quien de un hijo adoptivo y tartamudo (Ex 2:10,
4:10), pasa a ser el hombre de mayor influencia en el pueblo de Israel (Dt
34:10). Comisionado con una encomienda mas allá de lo comprensible e
imaginable, y enfrentado con grandes retos internos y externos, Moisés es
llevado del carrizal en un río al palacio de Faraón (Ex 2:1-10). Y de gozar
grandes privilegios como hijo de la hija de Faraón a experimentar grandes
vicisitudes como pastor de las ovejas de Jetro su suegro, en los campos de
Madián (Ex 2:15).
Es allí en el lugar mas bajo mientras pastorea las ovejas de su suegro,
donde tiene un encuentro personal con Dios en la zarza del monte Horeb (Ex
3:1-2), y donde es comisionado por él para guiar a su pueblo a tierras de
libertad (Ex 3:6-12). Mas adelante en su travesía por el desierto Moisés es
llevado al Monte Sinaí donde recibe las tablas de la ley (Ex 31:18), para luego
morir en Moab frente a la entrada de la tierra prometida (Dt 32:49-50,
52).
A través de toda esta trayectoria Dios estaba trabajando por partida
doble en la vida del pueblo de Israel así como en el carácter de su líder, de
quien quedaría registrado que por su desobediencia se le impidió entrar a
Canaán (Dt 32:51-52). No obstante, la muerte de este gran siervo descrita en
Deuteronomio 34:7-12 testifica acerca de la singuaridad de su liderazgo, a la
vez que nos con deja grandes enseñanzas.
- Nadie
jamás hizo todas las señales y prodigios, ni exhibió el gran poder y los
grandiosos y terribles hechos que hizo Moisés a la vista de Faraón, Egipto
y todo Israel (Dt 34:11-12)
- Moisés
gozó de una intimidad profunda con Dios (Ex 33:11a).
- Dios
honró a Moisés de manera tal que nunca más se levantó profeta como él en
Israel ni quien le haya conocido cara a cara (Dt 34:10).
- Moisés
nunca perdió su vigor ni sus ojos se oscurecieron (Dt 34:7).
- Moisés
impactó la vida de los hijos de Israel quienes enlutados, lloraron
profusamente a su líder (Dt 34:8).
- Entendiendo
la importancia y necesidad de la continuidad en el liderazgo, Moisés
preparó y traspasó su legado a Josué. El fue un modelo y mentor singular para
quien Dios había determinado dejar al frente de Israel (Dt 31:14,
34:9).
- Israel
respetó mediante la obediencia, al líder que por mandato de Dios Moisés
designó como su sucesor (Dt 34:9).
- Las
experiencias de Josué junto a Moisés lo llenaron del espíritu de
sabiduría, esencial para ejercer cualquier liderazgo (Dt 34:9a).
- Israel
no quedó a la deriva sin Dios ni sin líder humano a la muerte de Moisés
(Dt. 31:1-3, 34:9)
- Israel
gozó de la presencia, grandes experiencias y una profunda conciencia de
Dios en su derredor (Dt 29:2-3).
- Moisés
cumplió su llamado y terminó su obra (Dt 34:4-5).
- Este
gran siervo siempre apuntó y elevó la mirada y el corazón de su gente
hacia Jehová, de manera que su dependencia y esperanza estuvieran siempre
en Dios. “Y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy” (Dt 34:6).
¡Aleluya!
Ciertamente Moisés influenció e inspiró la vida de generaciones. Una de
las cosas elementales pero fundamentales que hizo fue compartir su vida, su
conocimiento y su pasión con el pueblo de Dios, y de manera muy especial con
hombres capaces de dar continuidad a la obra y encomienda dada por el Señor. El
es el mejor ejemplo de un líder que se hace en la zarza de la íntima comunión
con Dios, la práctica del pastoreo de ovejas difíciles, y bajo la escuela del
sufrimiento y la obediencia del desierto.
Cualidades y debilidades en
el carácter y liderazgo de Moisés
Moisés
fue un hombre cuyo llamado era sacar al pueblo de Israel de la esclavitud de
Egipto, el imperio más grande y poderoso del momento, y llevarlos hacia la
tierra prometida. El reto era enorme porque en primer lugar debía convencer a
su pueblo y al faraón, en segundo lugar tenía que guiar a los israelitas por el
desierto y motivarlos para que no se regresaran sino permanecieran firmes hasta
llegar. Veamos sus cualidades.
Fortalezas
en su carácter y estilo de liderazgo
En su
carácter puedo observar
- Fidelidad Núm_12:7 No
así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa.
- Mansedumbre: Núm 12:3 Y
aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había
sobre la tierra.
- Gracia para con Dios: Éxo
33:12 … tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también
gracia en mis ojos.
En su
estilo de liderazgo:
- Creo que una de las más
grandes cualidades que lo distingue y que hacía que el poder de Dios se
moviera en su vida era resolver todos los problemas basados en la
oración. Moisés no hacía nada sin oración y no lo hubiera podido hacer
sin ello. Si los israelitas eran rebeldes oraba y Dios le respondía.
Moisés persistía en la oración, era audaz en ello y llegó a ser conocido
como amigo de Dios.
- Ligado a lo anterior Moisés obedecía
las órdenes de Dios. Moisés daba el mensaje que Dios le decía y usaba
su vara como debía.
- Tenía un corazón pastoral
por el cual salvó de la destrucción a su pueblo Israel cuando Dios pensaba
raerlos y por ese corazón retuvo la presencia de Dios (Ex. 32,33)
Debilidades
en su carácter y estilo de liderazgo
En su
carácter:
- A veces era inseguro y
dudaba: al principio lo vemos poniendo excusas para no ir a Egipto y luego
lo vemos clamando a Dios cuando debería marchar (Ex. 3, 14)
- Su enojo lo hizo no
santificar al Señor y tener falta en las aguas de Meriba y le impidió
entrar a la tierra prometida. Núm 20:12 Y Jehová dijo a Moisés y a
Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los
hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que
les he dado.
- Una solidaridad excesiva con
el pueblo que le impidió entrar a la tierra prometida. Deu 1:37
También contra mí se airó Jehová por vosotros, y me dijo: Tampoco tú
entrarás allá.
Estos
mismos defectos fueron en conjunto los que lo hicieron matar al egipcio. Querer
ayudar a su pueblo lo hizo meterse en problemas por actuar indebidamente.
En su
estilo de liderazgo
- Un defecto visible para su
suegro Jetro y que lo hubiera llevado al fracaso a largo plazo fue el
querer hacer las cosas solo, el individualismo. Su suegro le
aconsejó establecer a otros líderes (Ex. 17). Luego el Señor mismo le dijo
que preparase a Josué.
Si nos
ponemos a analizarlo, Moisés y su pueblo no lograron alcanzar todo el propósito
que Dios había determinado para ellos. Sí salieron pero el pecado, rebeldía y
necedad los hizo estancarse y dar vueltas en el desierto hasta perecer.
El
testimonio de Moisés puede influenciar mi vida y ministerio en la importancia
que tiene la oración para la resolución de los problemas que se presentan, pero
también la importancia que tiene mantener las pasiones personales como la ira y
la tristeza en control. Puede ser, según esta historia, que estemos ante un
pueblo rebelde ante el que por mucho poder y autoridad que tengamos ellos no
quieran, pero que eso no impida que nosotros logremos entrar. Esto me enseña
que hay ciertas cosas que el liderazgo puede hacer por la gente pero hay cosas
que no pues dependen del corazón de las personas. Que la frialdad de ellos y
falta de pasión, su espíritu de queja y el cinismo no se nos contagie sino
podamos mantener un espíritu diferente como el de Josué y Caleb.
La Ley,
los Profetas y los Escritos, Parte 10
Los Años en el Desierto
David
Hulme
El pueblo
de Israel dejó la esclavitud en Egipto con la promesa de ser libres en tierra
propia. Solo si fueran capaces de pensar más allá de las circunstancias de su
escape, fueron limitados con la vida en el desierto de la que pronto se vieron
rodeados. Un viaje que pudo haber tomado aproximadamente 11 días desde el
Sinaí, terminó durando casi cuatro décadas. El motivo se hará claro mientras
continuamos con la historia en los libros de Levítico y Números.
El libro
del Éxodo nos cuenta que habiendo atravesado milagrosamente, de otra forma
imposible de pasar, la masa de agua—en el que sus perseguidores los egipcios se
ahogaron—el pueblo de Israel prontamente se quejó de la falta de alimentos y
agua potable. Liberado más de una vez de estas crisis por la intervención
milagrosa de Dios, y habiendo recibido las leyes por las cuales su sociedad
funcionaría, su tarea inmediata era erigir la tienda o tabernáculo donde Dios
había dicho que Él habitaría entre ellos. Andando el tiempo, después de
mucho trabajo en un medio ambiente difícil, «así, en el día primero del primer
mes, en el segundo año, el tabernáculo fue erigido» (Éxodo 40:17). Casi un
año había transcurrido desde el Éxodo.
«Levítico
es la continuación directa de lo que precede al final del Éxodo, y la narrativa
al final de Levítico continua directamente en Números… El libro completo
de Levítico cubre solamente un mes».
Adele
Berlin, Marc Zvi Brettler and Michael Fishbane (EDS.), The Jewish
Study Bible
«Y EL SEÑOR LLAMÓ»
El libro
de Levítico en el Español es nombrado a causa de la tribu de Levi, la familia
de donde de donde salieron los sacerdotes. Los hebreos le llaman Wa yikra
(«Y el Señor llamó»), como la referencia del primer versículo en donde Dios
solicita a Moisés que se reúna con Él. El libro establece los requisitos para
el pueblo de Dios en cómo vivir vidas en devoción a Él y sus caminos. Definido
esto por reglas que gobiernan todos los aspectos de la vida y adoración,
incluyendo las ofrendas, el sacerdocio, el tabernáculo, los alimentos, la
higiene, la sociedad e interacción sexual, los días santos, la propiedad y el
descanso de la tierra, el perdón de las deudas, cuidado de los menesterosos,
así como el cuidado de los siervos.
«Levítico
trata de las múltiples funciones del sacerdocio… Aunque su papel educativo se
extiende por todo el libro: Los sacerdotes bíblicos enseñó al pueblo lo que
Dios requería de ellos».
Baruch A.
Levine, The JPS Torah Commentary: Leviticus
Un código
notable y de amplio alcance de la conducta, con la intención de dirigir a una
sociedad teocrática—una gobernada por el Dios mismo. De muchas maneras su nivel
de ilustrada preocupación, sobrepasa los preceptos actuales sociales y
económicos. Inclusive, el código habla sobre la devolución de la tierra y su
propiedad al endeudado una vez cada 50 años, al igual que leyes concernientes a
la restitución de la libertad individual—cláusulas que ninguna sociedad moderna
ofrece en la actualidad. Si el pueblo de Israel y sus descendientes escogían no
seguir estas leyes, sufrirían las consecuencias de la desobediencia y el retiro
de las bendiciones de Dios hasta que reconocieran su error y enmendaran sus
caminos (Levítico 26).
La
intención del código era el ser un modelo para otras sociedades, Moisés lo pondría
en claro cuando repitiera las reglas mientras la gente se preparaba para entrar
a la Tierra Prometida: «Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es
vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los
cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y
entendido, nación grande es esta» (Deuteronomio 4:6). Aun hoy, mucho
después de que la teocracia de Israel ha terminado, las reglas dan resultados
positivos cuando son seguidas por individuos, pues en su intento
son universales.
«Y ÉL HABLÓ»
El título
en español del libro de Números se centra en los dos censos mencionados que se
llevaron a cabo en cualquier extremo del libro y separados por casi 40 años. En
el hebreo el título Wa-yedabber («Y Él habló») se refiere a Dios
hablando con Moisés al principio del versículo del libro. Esto fue el comienzo
del segundo mes del segundo año después de abandonar Egipto. El libro
generalmente es más conocido dentro de la literatura judía como Bemidbar, de
la palabra utilizada en el mismo versículo y significado «En el desierto».
Números es la crónica de la vida de los israelitas durante las cuatro décadas
de su peregrinar entre la escasa vegetación del desierto antes de entrar a su
nueva tierra.
El libro
consta de tres secciones: la primera (Números 1:1–10:10) solo abarca los 19
días que tomó contar y organizar a la generación del Éxodo para partir a la
región del Monte Sinaí; la segunda parte (10:11–22:1) abarca los próximos 38
años de su peregrinar; en la tercera sección (22:2–36:13), los israelitas
acampan y son contados por segunda vez en las planicies de Moab en preparación
a su entrada a la tierra de Canaán.
La lista
anterior de hombres en Israel de 20 años para arriba, por tribu (Números 1:46),
produjo un total idéntico a aquel dado cuando abandonaron Egipto: 603,550
(véase Éxodo 38:26). Significa que al principio de 2 a 3 millones de personas
vivieron como la comunidad de Israel en el desierto. El número de hombres de
acuerdo al segundo censo 38 años después había disminuido por menos de dos mil
(Números 26:51). Estos jóvenes varones constituían la armada de Israel en caso
de guerra. La tribu de Levi estaba exenta del censo pues su papel era el de
proteger y cuidar del tabernáculo (1:47–53), tanto al acampar como cuando
los israelitas viajaban.
Las 12
tribus estaban dispuestas en forma ordenada alrededor del tabernáculo según el
orden de su viaje. Agrupadas a los cuatro puntos cardinales, viajaban guiadas
por Dios. Lo hacía colocando una nube sobre el tabernáculo durante el día y la
noche mientras permanecían acampados, y removiéndola cada vez que iban a
viajar. «O si dos días, o un mes, o un año, mientras la nube se detenía sobre
el tabernáculo permaneciendo sobre él, los hijos de Israel seguían acampados, y
no se movían; mas cuando ella se alzaba, ellos partían» (9:22; véase
también 10:14–28).
Se
hicieron dos conteos de los varones levitas de forma separada. En el primero se
contaron aquellos de un mes de nacidos en adelante (3:15) y se determinando su
cantidad y clanes, así como la clase de servicio que irían a proveer. No todos
los levitas eran sacerdotes, este papel estaba reservado para una rama de la
tribu a través de Aarón, a quien los otros levitas asistirían en el
trabajo de servir al pueblo (3:1–9; 8:19). Una función sacerdotal en
particular, era la de solicitar una bendición sobre Israel de vez en cuando:
«El Eterno te bendiga, y te guarde; el Eterno haga resplandecer su rostro sobre
ti, y tenga de ti misericordia; el Eterno alce sobre ti su rostro, y ponga en
ti paz» (6:24–26).
Un
segundo conteo de levitas entre las edades de 30 a 50 años proveía la mano de
obra para transportar el tabernáculo y su contenido en los viajes de
Israel (4:1–49).
PARTIENDO DEL SINAÍ
Bajo la
guía de Dios, los hijos de Israel dejaron el Sinaí cerca del final del segundo
mes en el segundo año después de haber abandonado Egipto. El próximo acampado
prolongado sería en el Desierto de Paran (10:11–13), solo que primero
pasarían por duras experiencias traídas una vez más por quejarse en contra de
Dios. Después de viajar durante tres días, el pueblo comenzó a murmurar. En
Tabera («arder»), se encendió fuego del Eterno, y consumió, pero como resultado
de la oración de Moisés a Dios, el fuego se extinguió.
«Las
pruebas físicas del desierto y el acoso psicológico de sus acusadores
desgastaron su paciencia [Moisés] sacudieron su estabilidad, y llenó de
fayas su función. Aun así… permanece como un líder por excelencia».
Jacob
Milgrom, The JPS Torah Commentary: Numbers
Sin
embargo, las quejas continuaron. La «mezcla» de gente no israelita que se
vinieron con ellos de Egipto desearon de las comidas que ya no eran posibles, y
pronto su actitud se les pegó a los israelitas: «Nos acordamos del pescado que
comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las
cebollas y los ajos» (11:5). Después de todo, estaban limitados a
«solamente», el alimento milagroso (mana) provisto regularmente. Su muestra de
ingratitud ofuscó a Dios y desanimó a Moisés, al punto de darse por vencido
(versículo 15).
Esta vez,
Dios proporcionó tanta carne con las perdices que venían en dirección de un
viento marino, que los israelitas se la pasaron recogiéndolas día y noche. Solo
que tan pronto comenzaron a engullirlas, algunos de aquellos que se habían
quejado y deseaban carne lo encontraron detestable y fueron heridos por una
plaga, el lugar fue nombrado Kibrot-hataava («Sepulcros de codicia»).
En la
próxima parada, Hazerot, Aarón y su hermana, Miriam, sucumbieron a una actitud
criticona y de orgullo hacia Moisés. Sin embargo Moisés permaneció humilde y no
trató de defenderse a sí mismo. Dijeron, «¿Solamente por Moisés ha hablado el
Eterno? ¿No ha hablado también por nosotros?» (Números 12:2). Los hermanos
de Moisés encontraron motivos para criticar a su hermano, porque su esposa era
etíope y debido a su jerarquía. Lo que se ve claro es que si Moisés estaba
equivocado por tener dicha esposa, no hay indicación de parte de Dios. Por el
contrario, la actitud de Aarón y en particular la de Miriam contra el siervo de
Dios airaron al Señor, a tal grado que Miriam fue afligida con una enfermedad
de la piel y fue sacada del campamento por siete días. Únicamente después de
que pasaron los siete días, los israelitas levantaron el campamento y fueron a
un lugar más permanente en el desierto de Paran. Seguramente le dio a cada uno
oportunidad de considerar el inherente peligro de criticar y desafiar al siervo
de Dios.
UNA MIRADA A LA TIERRA PROMETIDA
A la
orden de Dios, Moisés envió representantes de las tribus a reconocer la Tierra
Prometida. Después de 40 días regresaron a Cades con uvas, granadas e
higos—como evidencia de la productividad de la tierra (13:17–26). Sin embargo,
la mayoría de los espías se tornaron negativos hacia la tierra, informando
sobre los habitantes como fuertes y de gran estatura, grandes ciudades y bien
fortificadas. Solo dos espías, Caleb y Josué, seguros estaban que los
israelitas deberían proceder porque Dios estaría con ellos.
El
informe negativo prevaleció, y el pueblo se hundió en quejas una vez más, esta
vez en contra de Moisés, Aarón y Dios. Inclusive sugirieron designar a un nuevo
líder para que los llevara de regreso a Egipto, «Y se quejaron contra Moisés y
contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: “¡Ojalá
muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por
qué nos trae el Eterno a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres
y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?» (14:2–3).
Caleb y
Josué hablaron de la fe en Dios y la confianza en Él de entregarles la tierra
que había prometido. Estos apelaron, «Por tanto, no seáis rebeldes contra el
Eterno, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como
pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está el Eterno; no los
temáis». Esto sólo trajo el impulso antagónico de la congregación de
apedrearlos (versículos 9–10). En ese momento Dios hizo conocer su presencia en
el tabernáculo, pronunciando que Él no quería tener nada más que ver con los
israelitas y crearía una nueva nación en Moisés. Moisés suplicó a Dios por los
israelitas, y dios se ablandó, diciendo que simplemente no le permitiría a esa
generación (mayores de 20 en adelante) entrar a la tierra. En cambio morirían
en el desierto, y sus hijos les heredarían «[la] tierra en donde fluye leche y
miel» (versículo 9). Caleb y Josué serían librados y, junto con la nueva
generación entrarían en la tierra después que 40 años hayan pasado:«“Conforme
al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra,
llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis
mi castigo» (versículo 34).
Incluso
entonces, algunos de los rebeldes asumían seguir adelante e inmediatamente
entrar en la tierra, reconociendo su pecado pero rechazando la decisión de
Dios. Como resultado, «descendieron el amalecita y el cananeo que habitaban en
aquel monte, y los hirieron y los derrotaron, persiguiéndolos hasta
Horma» (versículo 45).
MÁS REBELIÓN
Otro
ataque muy grave en el liderazgo que Dios había establecido—por ende a Dios
mismo—también vino de la tribu de Levi, en complicidad por algunos de la tribu
de Rubén. En esta ocasión Coré, ayudado por Datán, Abiram y 250 líderes, conspiraron
contra Moisés y Aarón (16:1–2). La acusación hecha contra los dos hermanos fue
que «¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son
santos, y en medio de ellos está el Eterno; ¿por qué, pues, os levantáis
vosotros sobre la congregación de Jehová?» (Versículo 3). Está claro que
los levitas aquí implicados no estaban contentos con el importante papel que se
les fue dado y querían preeminencia. Moisés les dijo, «¿Están buscando también
el sacerdocio?» Su opinión fue, de por supuesto, basada en la envidia y
los celos hacia Moisés y Aarón.
Lo que
sucedió después fue un enfrentamiento en el que Dios dejó en claro que la
rebelión no sería tolerada entre Su pueblo. Convocando a los rebeldes a una
reunión al día siguiente en la puerta del tabernáculo, Moisés dijo que debían
traer incensarios llenos de fuego para quemar incienso. Ahí Dios decidiría
entre ellos y el linaje de Aarón. El suelo se abrió bajo Coré, Datán, Abiram y
sus familias, y dejaron de existir; el fuego devoró a los 250 jefes que los
habían apoyado—nuevamente, un resultado desastroso y una terrible advertencia a
aquellos que se comporten de manera presuntuosa dentro del orden estructurado
que Dios había establecido para beneficio de los israelitas
(Versículos 31–35).
Seguramente
esta trágica conclusión pondría fin a la queja. Solo que, «El día siguiente,
toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón,
diciendo: “Vosotros habéis dado muerte al pueblo del Eterno”» (versículo
41). Al pueblo le faltaba el descernimiento para ver el error en las acciones y
razonamiento de los rebeldes. Para aclarar que existía una estricta división de
servicio entre los sacerdotes y otros levitas, Dios le pidió a las 12 tribus
que trajeran una vara y las tendieran delante de Él. La vara de Levi debía
salir de la casa de Aarón. Al siguiente día, la vara de Aarón había retoñado y
producido almendras, mostrando la preferencia de Dios de su linaje para el
sacerdocio. «Y el Eterno dijo a Moisés: “Vuelve la vara de Aarón delante del
testimonio, para que se guarde por señal a los hijos rebeldes; y harás cesar
sus quejas de delante de mí, para que no mueran”» (17:10). La vara de Aarón fue
conservada como un fuerte recordatorio de la elección de Dios de su casa como
sacerdotes de Israel.
EL PRECIO DE LA DESOBEDIENCIA
En algún
lugar ya cercano el momento en que los hijos de Israel entraron en su nueva
tierra, se hizo evidente que Moisés, Aarón y Miriam no estarían entre ellos.
Miriam murió y fue enterrada en Cadés (20:1). Poco después, Moisés y Aarón
enfrentaron otro incidente de rebelión por los israelitas demandando agua.
Ahora ellos, también, cometieron un trágico error.
Instruido
por Dios de golpear una peña para que de esta fluyera agua, Moisés airadamente
dijo: «¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta
peña?» (Versículo 10). Porque él dijo que él y Aarón estaban realizando el
milagro («os hemos»), perdió cualquier posibilidad de entrar en la
tierra. Dios les dijo, «Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme
delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la
tierra que les he dado» (versículo12).
El
pecado, por el cual ambos morirían, se describe más adelante como un desafío
contra Dios. Justo antes de la muerte de Aarón en el monte de Hor en el año 40
después del Éxodo (Números 33:38), dijo Dios, «Aarón será reunido con su
pueblo, pues no entrará en la tierra que yo di a los hijos de Israel, por
cuanto fuisteis rebeldes a mi mandamiento en las aguas de la
rencilla» (20:24). Cuando llegó el momento de que Moisés muriera, Dios le
explicó una vez más: «por cuanto pecasteis contra mí en medio de los hijos de
Israel en las aguas de Meriba de Cades, en el desierto de Zin; porque no me
santificasteis en medio de los hijos de Israel» (Deuteronomio 32:51).
El libro
de los Salmos menciona este incidente en términos de la responsabilidad que los
israelitas mismos conllevaron en el pecado de Moisés: «También le irritaron en
las aguas de Meriba; Y le fue mal a Moisés por causa de ellos, Porque hicieron
rebelar a su espíritu, Y habló precipitadamente con sus
labios» (Salmos 106:32–33).
El
continuo fallo de los israelitas de confiar en Dios en sus necesidades diarias
como alimentos y agua, fue una vez más evidente cuando se desanimaron en
el camino a la tierra de Moab. En esta ocasión criticaron directamente a Dios
mismo: «Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos hiciste
subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y
nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”» (Números 21:5). Una vez
más Dios tuvo que castigarlos, esta vez en forma de «temibles
serpientes» (versículo 6).
El precio
por fallar en darle la preminencia y respeto a Dios, es cogiendo el orgullo
y el protagonismo en su lugar, es evidente a través de Números, tanto en
las actitudes rebeldes entre el pueblo como en la falla de
liderazgo.
«En
contraste con la falta de la fe de la generación del Éxodo, la siguiente
generación es caracterizada por fidelidad y coraje; es exitosa en batalla
y considerado digno de conquistar la tierra prometida».
Jacob
Milgrom, The JPS Torah Commentary: Numbers
AL BORDE DE LA TIERRA
Entre
Cades y Canaán descansa la tierra de Edom, un territorio habitado por
descendientes de Esaú, el hermano de Jacob/Israel. Moisés les pidió permiso
para pasar por su tierra y fue rechazado (20:14–21). Esto hizo necesario girar
hacia el sur y luego tomar un rodeo bordeando la frontera oriental de Edom. A
lo largo del camino los israelitas tuvieron que luchar contra varios nativos y
sus reyes, incluyendo a los cananeos en Arad, los amorreos bajo Sehón, y los
refaitas bajo Og (21:1–13, 21–24, 33–35). En cada caso Dios libró a los
israelitas, trayéndolos a las planicies de Moab y las tierras altas donde se
puede ver el Valle del Jordán desde el este (22:1). Ahora estaban a punto de
comenzar la parte final de su viaje. La próxima vez, los preparativos para la
entrada en la Tierra.
Referencias Seleccionadas
- Baruch A. Levine, The JPS
Torah Commentary: Leviticus (1989).
- Adele Berlin, Marc Zvi
Brettler and Michael Fishbane, eds., The Jewish Study Bible (2004).
- Jacob Milgrom, The JPS
Torah Commentary: Numbers (1990).
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