La difteria (del griego
διφθέρα, diphthéra "membrana", llamada antiguamente garrotillo y
algunas veces cuero)
¿Qué
es?
Se trata de una
enfermedad infecciosa que afecta principalmente a las amígdalas, la garganta,
la nariz, el miocardio, las fibras nerviosas o la piel. Está erradicada y solo
prevalece en algunas zonas tropicales. Se produce por una bacteria llamada
Corynebacterium difteriae.
¿Cómo
se contrae?
La difteria, según
señalan desde Infosalus, es altamente contagiosa y se contrae a través de las
vías respiratorias. En concreto a través de las personas que han pasado la
enfermedad o que son portadores sanos. Ataca sobre todo a niños menores de
cinco años y a personas mayores de 60.
Síntomas
En ocasiones las
primeras manifestaciones de la difteria son cutáneas, de tal manera que la piel
adquiere un tono azulado y pueden producirse ulceraciones. Sin embargo lo
habitual es que la infección se inicie en las vías respiratorias altas (nariz y
garganta). El síntoma más característico en este caso es la aparición en la
garganta de una especie de membrana de color negro o gris oscuro, de
consistencia dura y fibrosa, que puede llegar a ocasionar importantes problemas
respiratorios. De ahí que los principales síntomas sean los siguientes:
Secreción nasal acuosa
y en ocasiones con sangre.
Fiebre.
Escalofríos.
Tos perruna.
Dolor de garganta.
Dificultad para tragar.
Ronquera.
Dificultad para respirar.
Sibilancias.
Respiración acelerada.
Obstrucción de las vías respiratorias.
Tratamiento
Las personas
asintomáticas deben recibir un tratamiento antibiótico y mantenerse bajo
seguimiento médico, evitando el contagio a otras personas. Pero en aquellas
otras que desarrollan claramente la enfermedad, es necesario un tratamiento más
agresivo.
La recuperación de la
enfermedad es lenta, pero en cualquier caso es que el tratamiento se inicie lo
antes posible, incluso sin esperar a los resultados de la analítica que
determinará si la toxina que general la bacteria que la causa está presente en
la sangre. De hecho, la primera medida del tratamiento es la administración de
la antitoxina diftérica por vía intravenosa o intramuscular, con el fin de
evitar que ésta pueda alcanzar al corazón y causar la muerte del paciente.
Posteriormente se
iniciará un tratamiento con antibióticos, generalmente eritromicina y
penicilina; y el paciente deberá mantener reposo en cama. También es importante
monitorizar al paciente con la realización de sucesivos electrocardiogramas,
con el fin de asegurarse de que el corazón no está siendo afectado por la
toxina que produce la bacteria. En función de la sintomatología que presente cada
persona también puede ser necesaria la administración de oxígeno, y mantener
las vías respiratorias inferiores abiertas, incluso intubando al paciente si es
pertinente.
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