ÁNGEL|
Se designan así los seres espirituales inteligentes.
Las palabras «malac»
(heb.) y «angelos» (gr.) significan «mensajero». Se designan así los seres
espirituales inteligentes un poco superiores al hombre (cp. Sal. 8:6; He. 2:7),
que son mencionados constantemente en las Escrituras como mensajeros de Dios,
tanto como portadores de buenas nuevas como ejecutores de los juicios de Dios.
Poco es lo que sabemos
de su naturaleza: «Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles
espíritus, y a sus ministros llama de fuego» (He. 1:7). Hay evidentes
gradaciones de rango entre ellos, descritas como principados y potestades, de
los que Cristo, como Hombre, es ahora la Cabeza (Col. 2:10).
En dos ocasiones nos
encontramos con «arcángel». La voz de un arcángel acompañará el arrebatamiento
de la iglesia (1 Ts. 4:16). El arcángel Miguel luchó con Satanás sobre el
cuerpo de Moisés (Jud. 9). Él con sus ángeles luchará contra el dragón y sus
ángeles, arrojándolos fuera del cielo (Ap. 12:7, 8).
Gabriel es el único
otro nombre de un ángel que nos haya sido revelado en las Escrituras; se
apareció a Daniel, a Zacarías y a María; dijo que estaba en la presencia de
Dios (Dn. 8:16; 9:21; Lc. 1:19, 26). Aunque no somos conscientes de la
presencia de los ángeles, sabemos que son espíritus ministradores enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (He. 1:14; cp. Sal.
34:7).
También sirvieron al
Señor mientras Él anduvo aquí abajo (Mt. 4:11; Mr. 1:13; Lc. 22:43). Hay
«miríadas» de estos ángeles (Mt. 26:53; He. 12:22; Ap. 5:11), y son descritos
como «poderosos», «santos», «escogidos» (2 Ts. 1:7; Mr. 8:38; 1 Ti. 5:21); no
se casan (Mr. 12:25). No se nos dice cuándo fueron creados, pero es indudable
que son ellos los mencionados como los «hijos de Dios» que clamaban gozosos
cuando Dios creaba la tierra (Jb. 38:4-7).
La Ley fue dada por
ministerio de los ángeles (Hch. 7:53; Gá. 3:19; Sal. 68:17); participaron en la
proclamación del nacimiento del Salvador (Lc. 2:8-14); se hallaron presentes en
la Resurrección (Mt. 28:2; Jn. 20:12). Los ángeles no son los depositarios de
la revelación ni de los consejos de Dios. Anhelan mirar en las cosas de que da
testimonio el Espíritu de Cristo en los profetas, y que han sido anunciadas por
los apóstoles en el poder del mismo Espíritu (1 P. 1:12).
El mundo venidero no
será puesto en sujeción a ellos, sino bajo el hombre en la persona del Hijo del
hombre (He. 2:5-8), y los santos juzgarán a los ángeles (1 Co. 6:3). Es por
ello tan sólo una falsa humildad la que enseñaría a dar culto a los ángeles
(Col. 2:18). Cuando Juan se postró para adorar al ángel en la isla de Patmos,
abrumado por las cosas que le había sido revelada, fue refrenado en dos
ocasiones de adorar a su «consiervo» (Ap. 19:10; 22:9). En Sal. 8:5 la palabra
usada es «elohim», «Dios», dándosele este nombre a los ángeles como Sus
representantes (cp. Sal. 82:6).